Crónicas de un Festival II

Me desperté a las nueve de la mañana, agotado del día anterior. Pensé varias veces si valdría la pena ir a la tanda de las diez de la mañana, y con un esfuerzo sobrehumano, caminé las 15 manzanas que separan el Yara de la casa de mi abuela. Llegué justo para ver por sexta vez el spot del Festival. Dice Rafa que él quisiera ir a Sitges o a Toronto a para ver si antes de comenzar cada película, allí también ponen el mismo spot uno y otra vez.

El niño que miente comenzó a desandar Venezuela con una suerte de perro vagabundo. Sin mostrar escrúpulos, a la hora de hablar de su familia contaba siempre una versión diferente. Él es una víctima de un deslizamiento de tierra, donde al parecer su madre falleció; un día parte en busca de una mujer vendedora de ostras, y se enfrenta a disímiles aventuras que ponen a prueba su voluntad; es comprensible el deseo de conocer sus orígenes, pero ahí es donde la película pierde el rumbo.

Después de almorzar y de una siesta, El ausente me retornó al Festival. Un adolescente y su profesor de natación tienen un día atípico debido a la intrepidez del alumno (Martín) para lograr un acercamiento extraclase con el profe Sebastián; desde ese día las cosas no fluyen igual entre ambos ni en sus vidas. Un segundo detonador produce en Sebastián demasiadas dudas sobre su actitud con Martín.

A las cinco de la tarde le tocó el turno a Italia. El espacio blanco pone en duda el amor de una mujer cuarentona por su hijo prematuro; la desesperación por no conocer si este vivirá o no cambian su forma de vivir y terminan por convertirla en un ser dependiente de algo que no deseaba.

El deporte más hermoso del mundo no podía quedar fuera de la cita con el séptimo arte, y Heleno llegó a la Habana como un fuerte disparo a puerta. La trágica vida del futbolista brasileiro es recreada por un espectacular Rodrigo Santoro, quien encarna los últimos años del goleador del Botafogo. En blanco y negro, intensa, y sin entrar en detalles innecesarios, la destrucción de una leyenda queda plasmada en el celuloide.

Y no había mejor manera de terminar la noche que con una película Noruega. Por cuestiones de tiempo, me desplacé casi a la carrera del Cine Chaplin al Riviera. Pago mi entrada, me siento cómodamente y comienza otra película diferente a la anunciada. Una anciana se desplazaba ante la cámara de manera lastimera, y yo no estaba preparado para verla. Antes de irme, pregunté a una de las acomodadoras por qué no pusieron la película que decía la cartelera. “Es que vino sin…” y movía las manos de un lado a otro mientras se refería a algo pequeño con los dedos índice y pulgar. “¿Subtítulos?”, “Sí, sin subtítulos”. Sonreí, di media vuelta y terminé mi segundo día de Festival.

Acerca de Javier Montenegro

Estudiante de periodismo
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Una respuesta a Crónicas de un Festival II

  1. Maribel dijo:

    Una peli Noruega sin subtitulos debe ser infumable!!!

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