La espeluznante y verdadera historia del viaje al Pan de Guajaibón

«Si llegamos, subimos», Luis Ramón Romero no imaginó nunca que su frase se hiciese célebre. Al escuchar hablar del viaje al Turquino de algunos estudiantes, el profe de Preparación para la Defensa declaró que realizaríamos un viaje espiritual al Pan De Guajaibón y a la Comandancia del Ché, en un fin de semana. Nadie visualizó las consecuencias, y mucho menos los años que llevaba el profe sin poner pies allí.

Todo quedó listo para viajar el nueve de abril, pues ese día era el Festival de Cultura y aprovecharíamos la suspensión de clases. El punto de encuentro era Guanajay, donde yo había gestionado una guagua para transportarnos a la montaña. Las personas llegaron lentamente al pueblo y mucho después de lo previsto; partimos a las ocho de la noche, luego de presenciar un pequeño show protagonizado por el profe, quien no permitía a ningún estudiante montar en un transporte del estado. No es un secreto para nadie las rutas de los guajiros cuando visitan la capital: coppelia, cañonazo, malecón; ¿y en qué viajamos los habitantes del campo? En guaguas estatales, con cartas de autorización de los directores de sus centros. Aquello no le entraba en la cabeza a nuestro guía; sino no es por la intervención de mi madre, todavía estaríamos en la carretera. Era una señal. Después de unas horas de viaje, llegamos al punto de control, donde Luis debía tenerlo todo arreglado para pasar. Esperamos más de una hora; al parecer, el supuesto autorizo jamás llegó, y chequeaban uno a uno si éramos estudiantes. Era muy tarde cuando llegamos a la puerta de hierro, nombre del lugar por donde entramos. Después de bajar, formamos dos filas indias y caminamos bajo la luz de la luna; el profe nos explico la necesidad de no encender luces para que los guajiros no notaran nuestra presencia. Caminamos par de kilómetros cuando decidió acampar. El grupo se dividió en dos: la gran mayoría se desplazó a un claro unos metros más abajo, y otro más cerca del camino. Después de una merienda nocturna, nos dormimos en las casas de campaña. No había un rayo de sol cuando Ramón nos despertó. A la carrera y sin apenas desayunar, el grupo que pernoctó más cerca del camino se unió al del claro para comenzar la marcha. Estuvimos cerca de dos horas dando tumbos y sin tener claro qué montaña era el Pan de Guajaibón; tenía serias dudas de nuestra ruta, pero las ignoré por la confianza en nuestro guía. El profe preguntó a un guajiro el camino, y siguiendo las instrucciones, subimos cuanta elevación veíamos. Apareció un riachuelo con una poceta de cierta profundidad donde el profe hizo una plancha, o se agachó a tomar agua de manera peculiar; se desvistió y jabón en mano contaminó el agua. Unos cuantos lo imitaron ante la mirada atónita del resto. Luego seguimos por el único trillo definido. Cuando los ánimos flaqueaban y las dudas se apoderaban de nosotros, una voz patriótica atacó nuestro sistema auditivo en busca de subir la moral de la tropa. “Se necesitan nuevos soldados”, solo eso recuerdo de toda aquella parafernalia. El profe, sobre una pequeña elevación, leía un discurso escrito que tenía preparado. Las dudas aumentaron. Romero nos guiaba ahora por un terraplén; ya había intenciones de amotinamiento debido a la incertidumbre que su actitud provocaba en nosotros. Jhonah decidió relajarse con un cigarro, cuando unos habitantes de la zona le preguntaron: “¿vienen del Pan?”, “No, vamos para el Pan”, le respondió Jhonah. El guajiro miró una montaña a lo lejos y dijo: “Aquella montaña de allá es el Pan, ustedes van en dirección contraria”. Catarsis.

Reflejos de una perdida. Foto: Javier Montenegro

Reflejos de una perdida. Foto: Javier Montenegro

Chanchito salvaje en el medio del monte. Foto: Javier Montenegro.

Chanchito salvaje en el medio del monte. Foto: Javier Montenegro.

Diente de León sobre arroyo. Foto: Javier Montenegro.

Diente de León sobre arroyo. Foto: Javier Montenegro.

Escarabajo descansando sobre la tierra. Foto: Javier Montenegro.

Escarabajo descansando sobre la tierra. Foto: Javier Montenegro.

Caminando en dirección contraria al Pan de Guajaibón. Foto: Javier Montenegro.

Caminando en dirección contraria al Pan de Guajaibón. Foto: Javier Montenegro.

Ave en la punta de una rama. Foto: Javier Montenegro

Ave en la punta de una rama. Foto: Javier Montenegro

Pequeño arroyo con hojas. Foto: Javier Montenegro.

Pequeño arroyo con hojas. Foto: Javier Montenegro.

Reflejo lejano de una rama. Foto: Javier Montenegro.

Reflejo lejano de una rama. Foto: Javier Montenegro.

Auras esperando algún festín. Foto: Javier Montenegro.

Auras esperando algún festín. Foto: Javier Montenegro.

Hongos en un árbol caído. Foto: Javier Montenegro

Hongos en un árbol caído. Foto: Javier Montenegro

Acerca de Javier Montenegro

Estudiante de periodismo
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4 respuestas a La espeluznante y verdadera historia del viaje al Pan de Guajaibón

  1. Maite dijo:

    jajajjaj, i love it

  2. elManu dijo:

    yo estuve allí. yo también me perdí y se los digo que fue espeluznante.

  3. cierto, cierto… tú también te perdiste…

  4. Mary Lou dijo:

    aaaayyy muchachoooos, si por alla hay guajiros encantadores que les sirven de guias con solo pedirselos, olvide sus nombres, y la subida a ese lugar es fuertisima pero bellisima, sin duda una de las mejores experiencias que he tenido y se perdieron tronco de fotografias con ustedes, en la cima aquello parece magia, en serio, no soy muy buena fotografa pero me dije: Si tubiera mi guinche! Deben volver a intentarlo, esas imagenes no se las deben perder para poder descansar en paz, jajajaja

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