Un día más nublado en mi querido pueblo, con los habituales relámpagos y su banda sonora. Pero esta vez fue diferente, llovió y de mala manera. En menos de treinta minutos cayó un diluvio de proporciones bíblicas (me encanta esa frase); tuve mala suerte y la bicicleta se quedó sin aire mágicamente. Solo caminé por los alrededores del centro de Guanajay, el lugar donde vivo.